¿Su hijo no es autónomo? ¿Necesita ayuda para todo, incluso para cosas sencillas? ¿Se muestra inseguro? Siempre espera a que otros le digan lo que tiene que hacer?…

… Probablemente vosotros, padres y madres, sin ser conscientes de ello, lo estéis favoreciendo.

En numerosas ocasiones, las familias que solicitan nuestro asesoramiento preocupados por estos problemas de conducta, muestran un estilo educativo predominantemente sobreprotector.

Es el estilo más común, el que encontramos con más frecuencia en nuestras consultas.

¿Por qué se caracterizan los padres sobreprotectores?

Resumidamente, son hiper-responsables y presentan sentimientos de culpabilidad

  • Piensan que su hijo está expuesto a muchos peligros y que necesitan de su ayuda y supervisión
  • Sienten tensión cuando comienzan actividades nuevas porque pueden ser arriesgadas
  • Focalizan la atención en los peligros que pueden correr sus hijos cuando actúan por su cuenta, de forma independiente
  • Focalizan la atención en los errores que cometen cuando actúan de forma independiente
  • Están siempre alerta para intervenir y evitarles cualquier mal

Los niños que crecen bajo este modelo se convierten en personas miedosas, inseguras y dependientes. Siempre esperan ayuda y necesitan de la supervisión de los adultos para sentirse seguros. Carecen de iniciativa para empezar acciones por su cuenta y suelen desarrollar un mal autoconcepto, ya que cuando actúan por su cuenta suelen recibir críticas por los errores cometidos.

Cuando llegan a la adolescencia y comienzan a relacionarse con otros chicos y chicas, al carecer de iniciativa o criterio propio,   pueden ser personas fácilmente manipulables, dispuestos a seguir a un/a líder que cumpla la función de guiarles, de decirles qué hacer, cómo y cuándo, de darles la seguridad que necesitan, como lo hacían papá y mamá.

No en todos los casos ocurrirá esto, claro está, pero habremos abonado el terreno para ello.

Si al leer estas líneas os sentís identificados, podemos ayudaros a replantearos vuestra forma de educar. La mejor manera de proteger a nuestros hijos es  enseñándoles lo necesario para que se desenvuelvan de forma autónoma en  cualquier situación.

Ese debe ser nuestro objetivo como padres y madres.